jueves, 17 de junio de 2010

Producir un lingote de oro exige remover 20.000 toneladas de roca

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Sobre la Fiebre del Oro escribe el periodista español, describiendo las actividades de la minera de Barrick, en Argentina; termina con el valor que hoy le da el mercado





Lingotes. Barras de oro que se almacenan en bóvedas de bancos.

Es el último mito. Escaso y eterno, no sirve para nada, pero la humanidad lleva siglos matando y muriendo por él. Valor refugio en momentos de crisis, su precio está disparado. Un viaje en su busca desde las minas de los Andes hasta el Primer Mundo.

El lingote es más grueso y estrecho que un ladrillo. Del tamaño de un bizcocho. Pesa 30 kilos. Salió hace horas al rojo del horno. Muestra una superficie irregular, rugosa y mate. Cuesta levantarlo. Está helado. Como si guardara en su alma la memoria de haber permanecido millones de años atrapado en las entrañas de la tierra en un territorio donde se alcanzan los 40 grados bajo cero. Vale 400.000 euros. Contantes y sonantes. Más adoquines de oro duermen sobre el suelo de la fundición. Los mineros los manejan con indiferencia. Casi con desprecio. Son tipos duros y silenciosos. Muy cautos. En el negocio del oro, la discreción es la ley.

Jóvenes ya viejos. Anónimos en su clónico atuendo de faena. Con la cara tiznada, barba de días y manos nudosas como cepas. Consumen su existencia en la mina Veladero, a 5.000 metros de altura. A los operarios no les preocupa el producto de su trabajo. Si un pedazo de este lingote parirá un día un Rolex de 20.000 euros. Ellos trabajan por 800. Se alimentan con un pesado rancho cuartelero. Hoy, lentejas y empanada. Sobreviven. Y sueñan con sus 14 días de descanso tras 14 de trabajo; escapar, bajar, respirar. Antes de abandonar el campamento rumbo a San Juan, Tudcum o Rodeo, a nueve horas de aquí, serán registrados a conciencia.

Para producir este lingote de 30 kilos los mineros han tenido que arrancar, mover, pulverizar y someter a procesos químicos 20.000 toneladas de roca.

Esta mina perdida en los Andes argentinos, a cinco kilómetros de Chile y 170 de la civilización, va a proporcionar 200 toneladas de oro a lo largo de sus 17 años de vida a la canadiense Barrick. Después caerá agotada. Y pasará al olvido. Como aquellos poblados americanos del Gold Rush. Usar y tirar. Y buscar nuevos filones. Lo denominan minería golondrina. La producción durante esos 17 años está calculada al gramo. Inventariada como reservas.

Barrick basa su valor en Bolsa en la promesa de extraer y colocar en el mercado esos kilos de oro. Y en los de otras 27 minas de su propiedad en los cinco continentes. En Veladero, cada tonelada de roca proporciona 1,4 gramos de metal precioso. Para conseguir un discreto anillo de oro hay que volar 20 toneladas de montaña.

El oro se está agotando. Se ha producido más del que queda. Hay más oro en las grandes ciudades, en los bancos centrales, en los fondos de inversión, que bajo tierra. Más cosechado que por cosechar. Expertos dicen que los yacimientos tocarán fin en 20 años.

Crear una mina es un proceso lento. Desde que se descubrieron los yacimientos de Veladero hasta que se fundió el primer lingote de oro pasaron 10 años. La región llevaba 20 siendo explorada. Por fin, en octubre del 2005, durante una gran fiesta en San Juan, fue presentado en sociedad el primer lingote del yacimiento.

El oro es el último mito. El último dios pagano. Vale porque queremos que valga. No es indispensable. Es un activo financiero más que una materia prima. No mueve el mundo como el petróleo, el uranio o el gas. Tiene un papel marginal en la medicina y la industria electrónica. Su uso principal es la joyería (la India consume un 80%), la inversión y la especulación. Y como estática reserva de los Estados; como elemento de su soberanía y prestigio y ante situaciones de emergencia: desde una guerra hasta una suspensión de pagos (otra ración de miedo).

Cada día, 60 kilos de oro salen de estas minas. De ahí, rumbo al planeta para saciar la sed de metal amarillo. El futuro de esta tierra perdida habrá que verlo en 17 años. Cuando se cierre la mina.

El oro es Un soplón que alerta de un futuro negro

En torno al oro, todo son preguntas sin respuesta. El petróleo puede escalar si China y la India anuncian crecimiento y se prevé una mayor demanda energética. El oro sólo sube cuando algo va mal. Es gafe. Un soplón que avisa de un futuro negro. Lo reconocía durante unas jornadas sobre el oro en el Instituto de Estudios Bursátiles el economista y estratega de Citigroup José Luis Martínez Campuzano: 'Comprar oro es jugar al riesgo. Tirar la moneda al aire esperando que ocurra algo horrible. La inquietud le viene bien. Vive del miedo. Es poco racional. Y aunque se nos diga que la recuperación económica mundial es un hecho, el creciente papel del oro como refugio nos está indicando que no se pueden lanzar las campanas al vuelo'.

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