martes, 22 de junio de 2010

Presidenta mantendrá relaciones con Barrick Gold

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20 de Junio de 2010

Cristina Kirchner es una mujer audaz. En medio de un nuevo pico de la polémica por Botnia, que tiene sumergido a su gobierno en una de las tareas políticas más delicadas de su historia: esto es convencer a los asambleístas de Gualeguaychú de que impulsarán un control férreo de la papelera acusada de contaminación, no tuvo mejor idea que aceptar un almuerzo con Peter Munk, CEO de la denunciada minera Barrick Gold.

El encuentro está agendado para la semana que viene en Canadá, durante la visita de Cristina Kirchner, que aprovechará para combinar algunos compromisos internacionales con el descanso, en ese agradable país de base agroindustrial, que alguna vez tuvo a la Argentina como modelo.

El almuerzo con el CEO de la Barrick Gold, el inglés Peter Munk, es la única actividad extraoficial de la Presidenta, que primero asistirá en la franco-parlante Vancouver al Congreso Internacional Sindical donde podrá hacer gala de la fibra obrerista del peronismo -claro que acaso soporte algún mal trago por la demora en reconocer a la CTA- y luego se trasladará a Toronto para asistir a la cumbre del G 20 y despecharse con sus conocidas arengas contra el FMI, la especulación financiera global y demás pestes del siglo XXI -y anteriores-.

Cristina Kirchner ya recibió a Peter Munk en la Casa Rosada, en abril del 2009.

Lidiar con la agenda poco edificante del encuentro es el primer desafió que enfrentará el flamante canciller Héctor Timerman. Se trata de un regalo envenenado que deja la gestión Taiana y que se selló gracias a la acción coordinada de dos lobbystas eficaces. La hasta ahora poderosa jefa de Gabinete de la Cancillería, Mariana Llorente -cuñada de Taiana- y conocida en el Ministerio de Relaciones Exteriores como la “cuñadísima” por el amplio poder que desplegaba rompiendo sin mayores miramientos con las jerarquías de esa alambicada estructura burocrática.

Mariana Llorente, que solía incidir sobre el destino, el ascenso y la caída de embajadores con años de experiencia, es la contratara femenina de la otra pata sobre la que Taiana asentaba su poder en el mundo diplomático y que también enfrentará ahora la mirada escrutadora de Timerman: el implacable secretario de Coordinación, Rodolfo “Tojo” Ojea Quintana.

Opinóloga en cuanta discusión de política internacional se le cruce por el camino, Llorente sufrió en los últimos tiempos un veto parcial de la Presidenta que ordenó a Taiana que no la lleve más en los viajes en el Tango 01, al parecer molesta por ciertos escándalos que protagonizó en la aeronave.

Sin embargo, en este caso, para introducir la cita con la Barrick en la agenda presidencial, Llorente contó con una ayuda inestimable: el empresario Santiago Soldati, amigo personal de Munk y conocido lobbysta de la Barrick. Con esa plasticidad que tiene el kirchnerismo para tomar lo que le conviene de la demonizada década del 90, Soldati logró penetrar en el núcleo duro del Ejecutivo.

Acaso su relación con los Kirchner se haya afianzado cuando le vendió Sociedad Comercial del Plata al zar del juego Cristóbal López.

Como sea, Soldati fue clave para destrabar la última gran apuesta de la Barrick en la región, el proyecto binacional Pascua Lama, que se expande entre San Juan y la Tercera Región de Chile, y tiene reservas declaradas por 17 millones de onzas de oro. La gestión, que incluyó encuentros directos con Cristina Kirchner, le deparó la gratitud incondicional del gobernador José Luis Gioja, uno de los más fanáticos defensores de la actividad de esta minera, que le depara gruesos dividendos a San Juan.

De hecho, el gobernador Gioja también ofició de mediador para que en abril del año pasado Cristina recibiera en la Casa Rosada a Munk; y no sólo eso, tan fuertes son los lazos que unen a los Kirchner con esta minera, que semanas después la Presidenta volvió a recibir -otra vez junto a Gioja- a los directivos de la compañía, esta vez sin Munk.

Pero el inconveniente de la nueva cita, que exigirá a Timerman que agudice sus dotes diplomáticas, estriba en que vuelve a colocar a la Presidenta al frente de la agenda anti medio ambiente, con una coherencia que es justo reconocerle. Así como vetó la ley de glaciares y ahora puja porque Botnia pueda operar sin inconvenientes, siempre fue una abanderada del desarrollo minero, posición que seguramente incidió para que el octogenario Munk la agasaje con un merecido almuerzo canadiense.

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